viernes, 30 de septiembre de 2022

UN BUEN DISEÑO

 

UN BUEN DISEÑO

Si nos fijamos en los primeros versículos del Génesis, leeremos acerca de Dios creando un mundo hermoso y diverso y declarando todas las cosas como “buenas.” Lo único que el Señor dijo que “no era bueno” era que el hombre estuviera solo: “Luego Dios el Señor dijo: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.’”2

Dios hizo al hombre y la mujer para que se hicieran compañía; nos hizo para complementarnos uno al otro, emocional, mental y físicamente.3 El sexo, por su diseño, es bueno y está destinado a fortalecer esa unión. Por supuesto, el sexo también es la forma en la que nos reproducimos y perpetuamos nuestra especie.

Sin embargo, después de que el pecado entró al mundo a través de Adán y Eva, el proceso de la maternidad fue alterado. Vemos esto en palabras de Dios: “A la mujer le dijo: ‘Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor.’”4

Mientras que la maternidad es natural y hermosa, dar a luz es también una tarea fuerte. Ésta afecta a la mujer—por la demanda física del embarazo, el dolor del trabajo de parto y el impacto emocional y mental de todo el proceso.

Ahora consideremos el diseño biológico de los hombres y las mujeres. Desde el momento de la pubertad, los hombres son físicamente capaces de procrear por el resto de sus vidas. No sólo eso, pero el espermatozoide de un hombre es capaz de sobrevivir hasta tres días después de que se produce—y se producen millones todos los días.5

Con las mujeres, las cosas son muy diferentes. El cuerpo de la mujer tiene una temporada de fecundidad que comienza en la pubertad y termina en la menopausia. Más allá de eso, las mujeres tienen un ciclo mensual que incluye una relativamente pequeña ventana en la que puedan concebir—un promedio de tres días. E incluso dentro de esa ventana, hay un período de  6 a 12 horas en el que los espermatozoides son capaces de encontrarse con el huevo de la hembra para formar un cigoto.6

Aunque el cuerpo de una mujer se destinó para cargar hijos, es de todos modos desgastado a través del proceso.7 Fue Dios quien creó a la mujer con las limitaciones de su capacidad de procrear.

Históricamente, la iglesia católica ha visto la procreación como la principal—incluso la única—razón para el sexo. Sin embargo, esta visión ha cambiado a través del tiempo. Ahora hay algunos cristianos que creen que, aunque la reproducción es el buen fruto de una unión amorosa, es una función secundaria del sexo. Como lo escribe el profesor Jarram Barrs: “El propósito principal de la asociación sexual que Dios nos ha dado no es la de la reproducción sino más bien la de la expresión, la consumación, de amor y unidad. . . .La alegría de llegar a ser una sola carne es más fundamental para el sexo de lo que es la maternidad.”8

Dios nos diseñó para la intimidad—con un control anticonceptivo incorporado—y dijo que era muy bueno.

UNA PERSPECTIVA ESTROPEADA

Ahora, este artículo no habla directamente sobre el sexo, aunque la Biblia tiene mucho que decir sobre el tema.9 Por supuesto, los temas obviamente se entrelazan, y nuestra perspectiva sobre el sexo influye en nuestra perspectiva sobre los métodos anticonceptivos.

Sin embargo, cabe señalar que nuestra perspectiva, también está estropeada.

Después de que el pecado entró al mundo, se puede observar una clara desviación del propósito de Dios para las personas a lo largo de toda la historia. Tanto hombres como mujeres abusan del sexo para sus propios fines rotos. En lugar de disfrutarlo para lo que se pretendía en el principio—el placer de un esposo y una esposa—las prácticas centradas en uno mismo abundan.10 A menudo, el amor a Dios y el amor al prójimo son completamente abandonados por el amor a uno mismo.11



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